EL TRIÁNGULO DE LA IMPOTENCIA

EL TRIÁNGULO DE LA IMPOTENCIA

Con el tiempo y la interacción familiar, el niño aprende a reprimir ciertos impulsos, a ocultar ciertos rasgos y a crear una imagen de sí mismo que sea recompensada por su entorno. Para sobrevivir a la falta de amor, necesita crear una estrategia vincular  (ser de una determinada forma), para ganarse así el afecto de sus padres y predecir que va a seguir recibiendo ese mismo afecto en el futuro. El tipo de estrategia vincular que desarrolle cada niño dependerá del lugar que ocupe en su familia y la relación que mantenga con sus padres.

Algunos aprenderán a ser complacientes y obedientes para obtener el afecto de sus padres. Otros aprenderán a revelarse y utilizar su propia fuerza para doblegar a sus padres y otros finalmente aprenderán a distanciarse y a evadirse emocionalmente. Si la estrategia vincular es efectiva (si alcanza su objetivo), esta será reforzada y tenderá a repetirse en el futuro. Con el tiempo, el individuo se identificará tanto con esta estrategia vincular, que llegará a creer que forma parte de sí mismo.

Esta estrategia egóica es deficitaria porque parte desde un lugar de escasez o carencia afectiva en el niño. Hasta cierto punto, utilizar una máscara social o ego resulta funcional en nuestras interacciones sociales. Nos ofrece cierta predictibilidad y control sobre las conductas ajenas y propias. Pero el egoísmo es totalmente disfuncional, porque se basa en alimentar y hacer crecer una identidad ilusoria que nace de una carencia emocional básica.

Es por ello que la ingeniería social invierte todo su poder en condicionar la infancia y el entorno familiar. Desde el parto deshumanizado, pasando por las clásicas formas de crianza que no respetan las necesidades afectivas del niño, las guarderías y la escolarización obligatoria.

Durante su infancia, el niño descubre que sus sensaciones internas no están “en sintonía” con el mundo externo que lo rodea. La sociedad le es hostil y esto se experimenta como pérdida de una condición original. Ante la contradicción de la realidad externa frente a sus anhelos más profundos, el niño decide compensar esta pérdida de la unidad rehusando la interdependencia con su realidad externa.

Su “yo” consciente se caracterizará por los mecanismos defensivos que emplea y por un sentido de la realidad distorsionado. Así pues, por cada separación perceptiva se generará un autoconcepto diferente o lente especial mediante la cual el “yo” enfocará su autorrealización en la vida.

  • Aquellos que perciben su “yo” como superior a la realidad externa, verán la realidad como orden interno. Es decir, se encontrarán centrados en ellos mismos.
  • Aquellos que perciben que su “yo” debe adaptarse o plegarse a su realidad externa. Verán la realidad como armonía entre lo interior y su realidad externa.
  • Aquellos que perciben que su “yo” es inferior a su realidad externa, verán la realidad como un orden externo.

Todo aquello que el “yo” considere como bien absoluto lo perseguirá en su realidad externa con todas sus fuerzas. El pecado como “error” hace referencia a la estrategia vincular del “yo” que anhela la unidad donde nunca podrá ser hallada: en el mundo externo. Al no sentirse nunca saciado, se genera una compulsión que repite una y otra vez la misma estrategia que lo aleja de su verdadero propósito.

La trinidad de la indefensión y la impotencia reproduce y mantiene todo el sufrimiento y la esclavitud presentes en nuestra tierra. Nuestra vida se desarrolla en un escenario en el que interpretamos cada uno de estos tres papeles por turnos, según las circunstancias Somos a la vez y al mismo tiempo tres personajes: víctima, salvadora y culpable.. Vamos revoloteando de un personaje al otro en una interminable sucesión. No sabemos cómo romper este ciclo.

1. La víctima, aunque no sea responsable, tiene el papel principal. Esta victimización (generalizada) implica algunas consecuencias, ya que el victimizado, necesita encontrar verdugos externos a los que acusar de sus propios errores y sus propios infiernos. De esta forma podrá despreciar y agredir a “los responsables de su frustración”, asignados por su imaginación, sin que esto les provoque ningún remordimiento de conciencia.

2. Aquellos que desarrollan una estrategia agresiva de ir contra los demás, ocupan la posición del verdugo. Con el paso del tiempo, algunos llegarán a ser iguales a los que les depredaron a ellos, sin saber que aquellos pasaron, previamente, por el mismo proceso que ellos. El culpable asume la responsabilidad de la víctima. Alguien tiene que hacerlo, puesto que la víctima no la asume.

3. El salvador encuentra un chivo expiatorio como válvula de escape para la furia frustrada de la víctima. Entonces las víctimas pueden soltarse y sacar esa rabia sobre la inculpada, hacer pagar a ésta sus desgracias y exigir castigo o compensación. La salvadora aporta alivio a las impotentes víctimas. Viene corriendo a proporcionar protección, prevención y curas. Es valorada y elogiada.

Los tres tipos de estrategia vincular que adopta el ego coinciden con las tres posiciones que ocupa el hijo en el triángulo del drama de su familiar original:

Al combinar los tres autoconceptos erróneos con las tres estrategias vinculares compulsivas, obtenemos los nueve pecados personales que generan los 9 arquetipos del ego representados por la figura geométrica del eneagrama.

1.         Aquellos que perciben su yo como superior a la realidad externa, combinado con la posición del verdugo, forman el carácter lujurioso.

2.         Aquellos que perciben su yo como superior a la realidad externa, combinado con la posición del salvador, forman el carácter orgulloso.

3.         Aquellos que perciben su yo como superior a la realidad externa, combinado con la posición de la víctima, forman el carácter ávaro.

4.         Aquellos que perciben que deben adaptarse o plegarse a su realidad externa, combinado con la posición del verdugo, forman el carácter vanidoso.

5.         Aquellos que perciben que deben adaptarse o plegarse a su realidad externa, combinados con la posición del salvador, forman el carácter temeroso.

6.         Aquellos que perciben que deben adaptarse o plegarse a su realidad externa, combinados con la víctima, forman el carácter perezoso.

7.         Aquellos que perciben que son inferiores a su realidad externa combinado con la posición del verdugo, forman el carácter iracundo

8.         Aquellos que perciben que son inferiores a su realidad externa, combinado con la posición de salvador, forman el carácter goloso.

9.         Aquellos que perciben que son inferiores a su realidad externa, combinado con la posición de la víctima, forman el carácter envidioso.

Toda religión organizada, todo gobierno totalitario, las jerarquías sociales, el racismo y el sexismo se sostienen y se financian en base a al triángulo del drama. Se trata de un círculo vicioso, si asumes una de las posiciones no hay forma de escapar a ello. La impotencia es una emoción que genera exasperación y conduce a la violencia. ¡El infierno constituido en la tierra!

El sistema social en el que vives es un generador de problemas que sobrepasen las competencias de respuesta y actuación de cada individuo que lo financia. Los ciudadanos son el estrato social que financia y apoya el sistema, principalmente a través de impuestos, con la esperanza de que el sistema resuelva sus problemas y necesidades. Cada sistema del Estado (jurídico, educativo, sanitario, policial) es una fábrica de crear nuevos problemas que justifican encargarse de sus soluciones. El pueblo los financia y la élite los administra a través de sus representantes políticos. El pueblo genera valor y la élite representa el valor generado.

Cuando los problemas los hagas tuyos y permitas que aquellos que los crean los resuelvan por ellos mismos, tendrás una vida autónoma. Hasta entonces queda por trascender la hipocresía, la ignorancia, el rechazo, la cobardía, la culpa y la mentira.

Si pretendes resolver un problema sistémico es que no has resuelto el problema existencial.

La idea mueve la materia y solo puede moverse aquello que no tiene existencia propia.

Todo aquello que ignoras está muerto para ti.

Dale la vida a todo lo que existe en tu realidad, incluida tu propia muerte.

Las cosas están ahí, pero no existen hasta que tú no las signifiques.

La vida es el espejo en el que se mira la muerte. Tú eres su reflejo.

De aquello que te esclaviza, haz aquello que te libera.

Solo podrás liberarte de aquello que previamente hayas reconocido y hecho tuyo.

Un pájaro fuera de su jaula no es libre, si no asume antes que es un pájaro.

No puedes salir de donde estás, si no sabes quién eres.

Viaja con tu imaginación al futuro y contémplate desde allí para encontrar todas las respuestas.

Extraído del libro “El camino del Homo Deus, Una guía espiritual para los tiempos de la pandemia” Autor: Víctor Lucia

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