LA MALDICIÓN DEL HOMO SAPIENS SAPIENS

LA MALDICIÓN DEL HOMO SAPIENS SAPIENS

El homo sapiens está condenado a extinguirse porque ha perdido el incentivo de su propia evolución. Habita en una evolución que no le pertenece: el progreso económico y tecnológico.

Si yo te cuento tu historia, eres de la historia que te cuento y eso te deja ausente de tu futuro, que es la historia por significar.

El homo sapiens está atrapado en el pasado de su propia muerte. Es la certeza en la que vive y la muerte representa todo aquello que desconoce.

Al llegar a la Tierra, viste que todo tenía nombre y te limitaste a habitar un cuerpo que usabas para distraerse de lo que realmente habías venido a llevarte.

Al no significar nada, te ves insignificante y huyes de ti mismo. Todo lo que conoces va a morir y todo lo que desconoces representa tu muerte.

Al estar atrapado en el pasado, te apegas al problema y no encuentras su solución.

Por cierto, ¿Qué crees acerca de quién eres? ¿Qué te contaron sobre tu naturaleza humana?

El relato de moda sobre la naturaleza humana en nuestros tiempos es la doctrina materialista del darwinismo social. Esta doctrina pseudocientífica pretende explicar el origen y la evolución de todas las especies existentes y fue acogida con gran entusiasmo por la élite del imperio británico en el siglo XIX. Encontraron en Darwin, gracias a una errónea extrapolación de su teoría, una justificación teórica acerca del dominio y la explotación de las clases altas sobre las bajas. Los europeos sobre el resto de homo sapiens. El darwinismo social es la creencia de que la evolución social puede ser explicada a través de las leyes de la evolución biológica. Esta idea fue planteada por Herbert Spencer, contemporáneo de Darwin. Este interpretó la selección natural en términos de ‘la supervivencia del más apto’ . Esta teoría ha servido a las élites para justificar el orden social existente con la explotación y la dominación del hombre sobre el hombre. Cabe mencionar que la ideología que se desprende de esta visión se encuentra a lo largo de la historia íntimamente relacionada con posturas sexistas, racistas y etnocéntricas.

Grandes científicos de diferentes épocas (desde Kropotkin a Lynn Margulis) han desarrollado demostraciones científicas de la importancia decisiva de la cooperación y el apoyo mutuo en la evolución de las especies animales. De hecho, la misma teoría de la evolución basada en el error de las mutaciones y la aleatoriedad de los genes está hoy puesta en entredicho por toda la comunidad científica.

Según la creencia darwinana algo tan sumamente complejo y evolucionado como un ser humano es fruto de una serie de pequeños errores en la replicación de nuestras cadenas de ADN (mutaciones). A pesa de que en mas del 99% de éstas mutaciones sean dañinas para el propio organismo. Evidentemente esta teoría no puede sostenerse ni desde la probabilística. Pero la consecuencia buscada es hacerte creer que estás aquí por casualidad, que eres fruto del error.

¡Tú! ¡pobre ovejita mutante y desamparada qué no sabes qué has venido a hacer aquí! ¡Necesitas de un pastor que te proteja y te esquilme!  

Es cierto que al nacer, somos el más desamparado de todos los seres, pues carecemos prácticamente de instintos coercitivos. Los humanos nacemos desprovistos del aparato instintivo necesario para obrar adecuadamente en el medio, aparato que, en cambio, posee el animal. Dependemos de nuestros padres durante un tiempo más largo que cualquier otro animal y nuestras reacciones con el ambiente son menos rápidas y eficientes que las reacciones automáticamente reguladas por el instinto.

Pero nuestra debilidad biológica instintiva es la condición que permite el desarrollo de la cultura humana y se compensa con la mayor plasticidad neuronal de todo el reino animal. Esto hace que el aprendizaje y la cultura sean los verdaderos modeladores de la conducta humana y no los instintos biológicos, como postula el darwinismo social.

Todos los animales son esclavos de sus instintos, pues realmente no tienen ninguna elección. Están programados por sus instintos o como diríamos en lenguaje actual, por los algoritmos biológicos que garantizan su supervivencia. Atacan o se defienden automáticamente según la reacción para la supervivencia programada en su cerebro biológico. Y la repito por tercera vez porque es la palabra clave que nos diferencia esencialmente del reino animal: Estar orientado hacia la mera supervivencia. Huir de la muerte.

La historia de la humanidad puede caracterizarse como un proceso creciente de individualización y de liberación desde lo instintivo a lo cultural. La humanidad es un proyecto a realizarse: nacer animal y hacerse humano. De la supervivencia a la existencia

Pero de entre los pocos instintos animales que quedan dentro de nuestro repertorio conductual se encuentra un instinto o algoritmo que, según los darwinistas, dirige toda la conducta humana: el egoísmo. Si vamos al significado oficial de la real academia española, nos dirá que egoísmo significa: “Inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse de los demás”.

Yo me pregunto, ¿Cómo puede el amor llegar a ser excesivo? Como es habitual, están utilizando aquí un concepto de amor bastante distorsionado. El egoísmo no es idéntico  amor a sí mismo, sino su opuesto. El egoísmo es una forma de codicia, es insaciable porque parte de una carencia inicial que es justamente la falta de amor. Tenemos que entender esto porque resulta esencial para comprender como funciona la programación sociocultural a la que nos han sometido desde que nacimos y como aquellos que tienen el poder suficiente programan la vida del homo sapiens. El instinto egoísta o mejor descrito, estar orientado y dirigido por el ego se activa en condiciones de carencia. Es decir, para que funcione, resulta necesario antes crear las condiciones necesarias. Y estas condiciones son las que genera el propio sistema: Escasez, violencia, ignorancia. En una sola palabra: MIEDO

La formación de la personalidad

El instinto egoico es la fuerza motriz de nuestra personalidad. Dicho instinto funciona para garantizar la supervivencia del individuo y se basa a su vez en tres impulsos que lo determinan y lo condicionan.

El primero es el impulso de conservación que se centra en las actividades más básicas de la supervivencia animal incluidas la agresividad, la dominación, la territorialidad y la depredación. Se encuentra en la capa más profunda y antigua llamada cerebro reptiliano y está formado por el sistema reticular, el cerebelo, los ganglios basales y el tallo cerebral.  Este tipo de cerebro no es reflexivo sino reactivo. Retiene en su memoria aquellos estímulos que pueden resultar un peligro para la supervivencia. Sus respuestas son directas, reflejas, automáticas. Se siente seguro únicamente estando en un terreno conocido, Sin embargo cuando se adentra en terreno desconocido, se siente sumamente amenazado y se activa el sistema automático de lucha o huida.

El impulso de conservación es el recurso favorito del sistema para programar al homo sapiens a través del miedo. Miedo al diablo, miedo a los comunistas, miedo a los terroristas islámicos, miedo a un virus invisible que va a acabar con nosotros o miedo al calentamiento global. Estar dirigido por el miedo es entrar en un círculo vicioso. Cuanto más miedo tenemos más nos acobardamos y cuanto más nos acobardamos más miedo tenemos. Es este miedo constante lo que nos mantiene luchando por garantías en términos de seguridad, protección y prevención.  Y todo ello nos cuesta muy caro, incluso nuestra propia libertad. Supervivencia a cualquier precio. Quizás ni siquiera sabemos de qué tenemos miedo, pero como nos hemos habituado a reaccionar frente al miedo, el miedo controla nuestras vidas. Cualesquiera que sean nuestros miedos, todos confluyen en uno solo, el gran miedo fundamental: el miedo a la muerte.

El Impulso nutricio y reproductivo garantiza la supervivencia a través de sistema basado en un sistema de evasión (sensaciones desagradables como el dolor) y atracción (sensaciones agradables como el placer.  Reside en La segunda «capa o segundo cerebro, el sistema límbico, se conoce como el «cerebro paleo mamífero» y sería el responsable de la motivación y la emoción que sentimos al alimentarnos y al reproducirnos. Si este impulso dirige nuestra existencia nos convierte en adictos.

El individuo se hace esclavo de una compulsión que le obliga a seguir consumiendo una sustancia o realizando una conducta que aunque le otorga cierto placer, acaba perjudicando su vida y sus relaciones. La industria alimentaria explota este impulso al agregar todo tipo de saborizantes y colorantes a los alimentos para que resulten más placenteros. Alimentos como las harinas refinadas y el azúcar generan un gran placer sensitivo al comerlos, pero su excesivo consumo produce graves trastornos digestivos y cerebrales. La industria de la publicidad, el marketing y el entretenimiento se manejan a la perfección para controlar a la gente a través de este impulso. Cosificación del cuerpo de la mujer, diseños curvos y con vivos colores. Es la zanahoria por la que muchas ovejas están dispuestas a venderse o a sacrificarse. Conseguir más dinero para comprarse un nuevo coche, viajar a una isla paradisíaca, atraer a una top model o comprarse una mansión en la playa. Es el sueño americano tan bien explotado por Hollywood y su programación hipno-televisiva.

El impulso social o gregario. El impulso gregario garantiza la supervivencia a través de la pertenencia al clan. Se basa en adoptar un lenguaje y un sistema de creencias compartido por una comunidad que otorga seguridad para entender el mundo y predecir su funcionamiento.La tercera estructura superpuesta es el cerebro moderno de mamífero, neomamífero o neocorteza. Es característico de los mamíferos más evolucionados y es responsable de la mente conceptual, el lenguaje y la organización perceptiva.

Cada uno de nosotros se agarra a una ilusión de la existencia de este mundo que depende únicamente de nuestra percepción. Nuestro cerebro no tiene forma de diferenciar entre la realidad y la ilusión, pues recibe señales eléctricas de estímulos externos que ordena en base a la información que acumula en su memoria. La mente conceptual categoriza y juzga la realidad que percibe en base a la memoria que ya conoce. Por eso le llamamos a nuestra especie el homo sapiens sapiens, porque sólo conoce lo que ya sabe.

El mundo en el que habita el homo sapiens sapiens ha sido programado por los cuatro paradigmas desde afuera. A ellos les ha otorgado el poder para moldear su vida. La política para programar aquello que debe o no debe hacer, la economía para aquello que puede o no puede hacer, la religión para aquello que es bueno o malo y el cientificismo para dictar aquello que es verdad o mentira.

La programación de los cuatro paradigmas regentes se realiza en la mente del ser humano mediante la gran hipnosis colectiva llamada educación. Se impone un sistema de creencias basado en un lenguaje que polariza toda la realidad en bueno y malo, recompensa y castigo. El que salga ponga en cuestionamiento ese sistema de creencias será tildado de negacionista, conspirador, loco o simplemente raro. Será excluido del sistema social que recompensa aquellos que son obedientes y siguen con fé ciega tales creencias.

Soberanía interior

Si deseamos ser verdaderamente libres y romper los barrotes de esta cárcel mental en la que nos hemos metido, debemos desarrollar y ejercitar dos facultades que son indispensables en un ser soberano: la voluntad y el razonamiento abstracto.

La voluntad es aquella fuerza que nos permite atravesar el miedo y ser fieles a nuestras decisiones internas. Es la fuerza que nos impulsa más allá del principio de placer y dolor por alcanzar un valor que consideramos bueno, justo o verdadero.

El razonamiento abstracto nos permite cuestionar creencias que no están basadas en ninguna evidencia. Nos permite identificar premisas incorrectas e invalidar argumentos. Nos permite ir más allá de lo conocido e imaginar realidades que no son percibidas por nuestra mente concreta o conceptual.

Armados con estas dos fuerzas podremos romper el yugo del instinto egoico programado por los cuatro paradigmas del sistema

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